-¿Cuánto tiempo más te vas a demorar? Espero que no te haya pasado nada. Almenos ya he dado con la forma de hacerle salir de allí. -le hablaba a la luna como si ésta pudiera responderle. Sabía que conversaba solo, y se la imaginaba allí, junto a él.-
No sé que hacer, ya he terminado este trabajo y estoy exhausto. Será mejor que vaya a reposar. Ya estoy viejo para estos trotes. Desde que mi vigésimo tercer centenario se cumplió, noto que mi cuerpo no quiere seguir con vida. Los dolores me recuerdan esta existencia desenfrenada que a veces me ha llevado tantos problemas.
Suspiró y cerró los ojos por un instante. Se quedó pensativo y decidió dirigirse a la puerta. Una vez estuvo frente a ésta, agarró firmemente el pomo y lo giró. Al tirar la puerta hacia él vio el rostro de una bella dama, su mujer.
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