Dientecillos

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martes, 19 de abril de 2011

Pérdida de la inocencia

Bernice se disponía a estudiar cuando oyó que alguien entraba por la puerta principal. Saludó con un sonoro "hola" que recorrió el pasillo y abrazó a su hermana, quién iba acompañada de Gable; aunque Bernice ni se percató de este hecho. Siguió con la mirada perdida en sus apuntes, mientras al otro lado de la pared, Darlene y Gable decidieron acabar con su virginidad. Los embistes de la cama contra la pared distrajeron a Bernice de su tarea y la muchacha decidió aplacar las distracciones con música. Por un momento llegó a pensar qué hubiera pasado si fuera ella la que estuviera al otro lado de la pared; se sonrojó y el corazón se le agitó, trotando como un caballo cansado. Miro al pilón de apuntes que aún no había mirado y revisó la hora. Era tarde y debía ponerse a hacer faena, no era hora para desatenderla. Pasaron aproximadamente diez minutos en los que Bernice estuvo tranquilamente estudiando. Tiempo en el cual Darlene pudo llegar a sentir un placer más que intenso, a pesar de que, justo antes de llegar al clímax, su respiración se empezara a colapsar y su pecho se oprimiera. La respiración se tornó violenta, aunque Gable no le dio importancia, pues estaba tan emocionado con aquello que olvidó por completo la enfermedad respiratoria que acarreaba su pareja.

Mientras el muchacho intentaba complacer a su chica, ésta luchaba contra su cuerpo por liberarse del dolor que le presionaba el pecho y la ahogaba. De veras intentaba pedirle ayuda al chico, pero éste no parecía estar muy atento a lo que pasaba más allá de las maniobras de su entrepierna y los movimientos rítmicos de su cadera. Darlene se agarró firmemente al cuerpo de éste, pero en vez de aminorar la marcha, Gable aceleró para acabar dándole el golpe final. Cuando ya todo hubo acabado, se percató de que ella no respiraba. Fue en busca del inhalador, pero ya era demasiado tarde; así que acudió a la única persona que se encontraba allí: Bernice.

Salió corriendo de la habitación, totalmente desnudo. Abrió de un portazo la puerta de la habitación contigua y pidió ayuda a gritos, desesperado. Bernice no cabía en sí de asombro. Quedó perpleja por unos instantes, no supo reccionar hasta que grito claramente: tápate, que yo no soy Darlene. Luego cayó en que el muchacho seguía diciéndole cosas, así que se apartó los auriculares y pudo escuchar lo que el varón le intentaba comunicar. Corrió de inmediato -al saber qué estaba pasando- e intentó que el cuerpo inerte de su hermana inhalara, acercándole el aparato a los labios. Tras varios intentos y tras ver que la colaboración por parte de Darlene era nula y que ya no respiraba. Se volvió hacia Gable cabreada y con la mirada inundada en lágrimas, abofeteó al novio de su difunta hermana. Gable se llevó una mano a la dolorida mejilla, momento que aprovechó Bernice para aporrearle el pecho con los puños cerrados. Él la dejó hacer hasta que se cansó y cayó rendida a sus pies, sollozando aún. Entonces le rodeó con los brazos y la intentó calmar.

Tras una charla no muy larga, sus labios se juntaron. Al principio ella se desconcertó, pero llevaba tanto tiempo esperando aquel momento que quiso continuarlo, así que empezaron a regalarse ósculos el uno al otro. Siguieron besándose mientras el la desvestía. Una vez estuvieron ambos desarropados, él prosiguió a la introducción de su miembro y a desflorar a la doble imperfecta de su difunta y queridísima Darlene. Al principio la penetración no fue íntegra, pero conforme iban avanzando en el acto, la inserción fue siendo más profunda. Bernice se olvidó de todo por unos instantes, pero una vez se acabó el acto carnal, se sintió sucia.

-¿Cómo has podido...?-dijo, indignada-. Has matado a mi hermana, y encima... te has aprovechado de mí. Eres... eres...
-¡Eh, Tú no te has negado!-reprochó de inmediato- Yo no me he aprovechado de nadie...
-Te odio-comentó entre un llanto que a pesar de ser triste aún tenía un matiz de satisfacción por haber conseguido algo más que una amistad con Gable.
-No te culpo. Pero yo no quería que esto pasara así. La verdad es que... como eres casi idéntica a ella... es como si lo hubiera vuelto a hacer con ella.
-Me estás diciendo que...-contestó enojada- No soy más que una simple copia para ti. ¿No significo nada?
-Bueno... la verdad es que yo la quería a ella... sólo me he dejado llevar, igual que tú.
-Calla-vociferó-. Matas a mi hermana y te aprovechas de mi debilidad-Se levantó y se vistió, con cara de pocos amigos. Agarró el pincel que quedaba en un vaso con agua del escritorio y lo lanzó con rabia al suelo. Empuñó el vaso y le lanzó el contenido a Gable, que aún seguía en el suelo, sentado.

El agua, ennegrecida por las pinturas, manchó el rostro de su cuñado, el cual aceptó de buena manera aquel golpe. Bernice volvió a su habitación y fue directa a por el reproductor de música portátil. Una vez lo tuvo en mano, se dirigió hacia donde se encontraba Gable y le preguntó que qué harían entonces, con una mirada inocente.

-No podemos contar la verdad. Debemos esconder el cuerpo.


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viernes, 15 de abril de 2011

Fuga precipitada

Adelice chapoteba en la fuente del jardín trasero mientras Helga anunciaba a Bernice que había terminado drásticamente la relación con su padre y que a partir de entonces Fritz sería su "nuevo papá".

-Mamá, Fritz no va a poder ser más que tu novio muerto. Mi amiga lo mató por violarme una noche de camino a casa.
-¿Fritz porqué iba a querer violarte? Debes estar equivocada. Él nunca haría eso.
-Mamá, hazme caso. Sé de lo que hablo-dijo entre lágrimas, con la voz entrecortada.
-Pobrecita mía-la abrazó de inmediato al verla llorar- ¿Porqué no me dijiste nada?
-Se te veía tan feliz con él que no quise estropearlo-se secó las lágrimas con el dorso de la mano y frunció el ceño. Se separó de su madre y la miró a los ojos-. Mamá, debo decirte algo. Yo también he matado a una persona.
-¿Otra vez?-exclamó sorprendida.
-Sí...-agachó la cabeza y aprobó-Pero era para proteger a la pequeña Adelice. Claudine intentó matarla por asesinar a su novio.
-¿Ella también? Pero, ¿qué problema tiene esta juventud? No me gustaría pertenecer a vuestra generación, te lo aseguro.
-Mamá, ¿qué haremos? ¿y si nos pillan?
-No nos podemos quedar de brazos cruzados. Habrá gente que los echará de menos, y es posible que algunos llamen a la policía si ven que no responden en un tiempo. Debemos hacer las maletas y marcharnos lejos de aquí. Esta noche cenamos fuera, así que coge lo imprescindible y vámonos.

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