Dientecillos

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lunes, 15 de agosto de 2011

Amistad arruinada

Estuvieron toda la tarde en una sala recreativa, malgastando el poco dinero que podían obtener de la paga de sus padres. Gable ganaba siempre en los juegos de disparos, en cambio, Elmer vencía en los de lucha. Pasaron una buena tarde de juegos, y decidieron volver a casa. Cogieron el tren de vuelta a casa y estuvieron hablando sobre cómo les gustaría que sacaran en poco tiempo un nuevo videojuego que estaban esperando que saliera a la venta.

Se encontraron con Bernice en la estación en la que bajaron. Al verla, Gable la saludó con un beso en los labios y un fuerte abrazo. Elmer miró a otro lado y, tras esperar un momento largo, durante el cual Gable y Bernice explicaron lo que habían hecho durante el transcurso del día, su amigo se despidió de él.

-¿Pero no ibas a venir al bareto con los de clase?-preguntó Elmer.

-Bueno, podéis quedar mañana-dijo Bernice con una sonrisa dibujada entre las mejillas. Feliz por haberse encontrado con su amado.

-Tú-señaló a Bernice-, a callar. Le he preguntado a Gable, no a ti.

-No le hables así-se separó de Bernice para acercarse a Elmer, amenazante.

-Lo que tú digas, tío. La verdad es que te has vuelto un blando. Encima abandonas a un amigo el día de su cumpleaños.

-Ya te dije que no podía quedar por la noche, y por eso hemos quedado esta tarde-explicó-. Además. Yo aún no he cumplido la mayoría de edad-añadió-, si aún me faltan unos meses para cumplir los 17...

-Excusas baratas para irte con la furcia de Darlene-gritó. A Bernice le cruzó la cara una sensación de tristeza.

-Retira eso-agarró a Elmer por la pechera, enfurismado.

-Pero si no he dicho nada malo-dijo, con voz trémula-. Desde que estáis saliendo, le dedicas tanto tiempo a ella que no tienes un momento para estar conmigo.

-¿Ah, no? Por eso he pasado la tarde entera en la recreativa, contigo.

-Para un día que quedamos...

Gable lo empujó, haciéndole caer de espaldas. Elmer se levantó cabreado. Le pegó un puñetazo en el estómago a quien lo había tirado al suelo. Bernice se acercó para ver si Gable se encontraba bien, pero Elmer le frenó el paso, haciéndole la zancadilla. Bernice cayó de bruces al suelo, raspándose las rodillas y las palmas de las manos debido a que intentó minimizar la gravedad de la caída. Elmer la dejó atrás y volvió hacia la posición de Gable, quien se había quedado sin respiración durante un momento, pero ya había recuperado fuerzas y se dirigía hacia él con un rostro marcado por la ira. Se propinaron fuertes golpes, los puñetazos y las patadas se volvieron fatigadas al cabo de un rato, cuando aprovecharon para tomar un respiro ambos. Bernice se pudo acercar a Gable por fin. Lo abrazó, con las manos ensangrentadas, y le acarició el rostro abullonado que le había dejado Elmer. Clavó la mirada en su adversario, quien no tardó en aproximarse a ellos con la intención de continuar con la riña. Bernice lo impidió poniéndose entre ambos. Elmer intentó apartarla, pero al ver que no podía, ya que insistió en permanecer en aquella posición y acabar con la pelea. Fue Gable quien la apartó con un suave gesto. La miró después con ternura y le besó la mejilla. Bernice se ruborizó. Elmer se crugió los nudillos y golpeó a Gable en las costillas. La chica cerró los ojos, conmovida por el dolor que debía haber sufrido Gable. Cuando los abrió, Elmer estaba en el borde del andén, pisando la espalda de su pareja. Ella se dirigió hacia ellos a prisa. Apartó a Elmer, para liberar a Gable de su ataque, pero con tan mala suerte que antes de separarse, Elmer le pegó una patada a su amigo en las costillas tirándolo a las vías.

-¿Por qué no te vas con él?-agarró a Bernice por el brazo y la lanzó a las vías para que se reuniera con Gable.

Bernice intentó levantar a Gable, quien yacía inconsciente debido a un golpe que se había dado al caer. No pudo con el peso, así que zarandeó el cuerpo de su chico hasta que éste dio señas de estar consciente. La gente que había en la estación los miraba, impactados por verlos en las vías del tren. Gable recuperó el conocimiento, y Bernice lo ayudó a incorporarse. Se acercaron al andén con tranquilidad, aunque ésta se evaporó cuando escucharon por megafonía que se acercaba un tren.

La gente susurraba, Elmer reía, pero nadie hacía nada por ayudarles. Al llegar al andén, Gable ayudó a Bernice a subir. Una vez estaba arriba, Elmer pareció acercarse para ayudar a su amigo a subir, pero en vez de esto, le deseó buena suerte a Bernice(dirigiéndose hacia ella como Darlene), y pegó un trago a una botella de agua que acababa de sacar de una máquina expendedora. Bernice se debatía con aquella situación. El esfuerzo le consumía, pero aún así no podía con el peso de Gable. Consiguió que subiera medio cuerpo, cuando el tren hizo aviso de entrar en la estación. El conductor tocó la bocina. La tensión se hizo mayor, haciendo que las manos de la chica resbalaran y Gable cayera de nuevo al foso. El nerviosismo hizo que Bernice se precipitara a por él. El tren se acercaba peligrosamente, así que Gable la empujó hacia atrás, devolviéndola al andén para que se salvara. Bernice tomó su brazo y tiró con toda la fuerza que pudo, aunque resultó ser inútil. El tren estaba demasiado cerca, así que no le quedaba otra oportunidad para sacarlo de allí. Agarró con ambas manos el antebrazo de Gable y tiró hacia su pecho. Elmer le pegó una patada en la espalda, haciendo que Bernice dejara ir lo que tenía agarrado con un grito de dolor. En el momemnto en que Gable se le escapó de las manos, un llanto empapó el rostro de la joven, ahogando un grito agónico y desesperado. Vio cómo el tren arrollaba la vida del chico que tanto amaba, desfigurándole el cuerpo y salpicando el foso con el color carmesí de la sangre.



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sábado, 13 de agosto de 2011

Achares infundados

Elmer le lanzó un globo a Gable, quien intentó evitarlo; pero sin éxito. El agua empapó las ropas del niño que cumplía años aquél día, Gable. Éste corrió a la fuente para rellenar un globo y lanzárselo a su amigo, pero lo rellenó tanto que se le cayó a los pies y se empapó las zapatillas. Elmer se rió de él, y Gable fue corriendo hacia éste. Lo embistió y lo tiró al suelo. Pararon de jugar y se pusieron a hablar de tonterías de críos. Jugaron a formar castillos de arena hasta que el sol se escondió entre tras el horizonte. Al ver que se había hecho tarde, se fueron a casa de Elmer.

Adelice saludó a su hermano y a Gable. Cenaron en la cocina. La hermana de Elmer, que parecía haberle cogido aprecio a Gable, lo abrazó en más de una ocasión. Esto le molestó a su hermano, quien castigó a Adelice, enviándola a su habitación. Cuando se marchó, se dirigieron al comedor para jugar a la consola de videojuegos. Estuvieron jugando hasta tarde a un juego de lucha que los tenía absorbidos. Durante un momento, hicieron una pausa, y Gable se dirigió al lavabo. Mientras subía las escaleras escuchaba un llanto. Una puerta se cerró antes de que pudiera llegar a su destino. Gable intentó forzar la puerta de la habitación de la pequeña, y no le fue muy difícil hacer que cediera, a pesar de que Adelice empujaba para cerrarla desde el interior de la estancia. La chiquilla, al ver que era Gable quien intentaba acceder a su cuarto, relajó los músculos del brazo y se tapó la cara.

-¿Por qué lloras?-preguntó Gable

-Mi hermano es un idiota. ¡Huy!-se tapó la boca-no le digas que he dicho eso.

Gable la abrazó y la intentó calmar. Le dio un beso en la cabeza, y sonrió.

-Tranquila, un poco sí que lo es.

Elmer, que al ver que Gable tardaba más de lo normal en volver, decidió ir en su busca. Fue entonces cuando se encontró con la escena de Gable abrazando a Adelice.

-¡Apártate de él!-vociferó enfurismado.

Gable se separó de Adelice y se interpuso entre Elmer y ella.

-Déjala, no ha hecho nada-le explicó.

-Te he invitado a mi casa, por el día de tu cumpleaños, ¿por qué quieres estar con ella y no conmigo?

-No es que no quiera estar contigo, sólo le daba las buenas noches a tu hermana.

-Pues ya está bien. Buenas noches-empujó hacia fuera a Gable y cerró de un portazo, dejando a Adelice al otro lado de la puerta.


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viernes, 15 de julio de 2011

El viaje de una gota

El calor del ambiente cubría el lugar de manera sigilosa. Su mente empezó a recordar y le trajo buenos recuerdos.

Una lágrima escapó de sus párpados para recorrer sus mejillas, con la intención de llegar a sus labios. Se despidió de sus allegados y se dispuso a hacer el viaje.

El camino, a pesar de ser suave y liso, se hizo agonizante para la lágrima, pues nada más había atravesado las pestañas, ya echaba de menos el lagrimal.

La luz del sol incidió en ella por primera vez, por unos segundos sintió el calor que le brindaba el astro rey, pero esto no hizo más que entristecerla. Fue entonces cuando un recuerdo amargo cruzó su mente y le agrietó el rostro.

La gravedad aprovechó para empujar la gota y hacerla caer hacia las contraídas mejillas, y fue rodando hasta llegar a la nariz, donde resbaló hasta detenerse en la punta.

Una vez allí, respiró hondo y echó un vistazo rápido a su alrededor, y antes de que pudiera hacer nada se precipitó al vacío. Emitió un grito sordo. Clamando por su vida, intentó agarrarse a la nariz de nuevo, estirándose y deformándose; pero fue inútil.

Antes de que pudiera hacer nada, impactó contra sus finos y dulces labios. La lágrima empezó a secarse. El viaje había terminado antes de lo esperado, y la lágrima yacía muerta en el labio superior de ella. Aquel lugar al que se había propuesto llegar.

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lunes, 4 de julio de 2011

El obsequio del destino. Parte I

Érase una vez, un triste y solitario chiquillo que pasaba días y días en la mazmorra de la crueldad. Allí, las paredes le gritaban improperios, irritadas, la mesa le recordaba porqué estaba allí, las ventanas le mostraban lo buena que era la vida para los demás; y los barrotes miraban impasibles desde la lejanía. Nada le impedía salir de aquel calabozo, excepto él mismo; quién se negaba a verle un lado positivo a la situación en la que se encontraba.

Un día como otro cualquiera, un atrevido pájaro se coló por la ventana para terminar aterrizando en la mesa de la gran memoria. El ave aleteó nerviosa. Una falsa sensación de picor le recorrió por las plumas. La calmó con el pico y, tras esto, pronunció un comunicado al chico que yacía desolado; con la cara hundida en los brazos que encontraban apoyo en sus rodillas.

El mensaje que transmitió el pájaro hizo reaccionar al niño, ya que se acercó a la mesa. Se acercó para ahuyentar al nuevo inquilino, molesto por aquella visita.

-No quiero ir a esa estúpida fiesta-gritó mientras intentaba dar caza al pájaro.

El mensajero salió de la mazmorra por el lugar por el que había entrado y dijo:

-No creas que tienes opción, yo sólo soy el recadero, pero quien me manda es el mismo Destino.

-¿Por qué querría alguien como él…que fuera a esa dichosa fiesta?

- A mí no me preguntes, sólo he venido a traer este mensaje, y creo que ya he cumplido con mi cometido-se marchó, pero no de la manera en que lo hubiera hecho un ave normal, sino que su cuerpo se licuó, pasó a un estado gaseoso y los colores se diluyeron en un humo que fue mezclándose con el aire -creando hilos entrelazados que imitaban formas conocidas- hasta desvanecerse.

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lunes, 13 de junio de 2011

Despedida y disgusto

Tardó en encontrar aparcamiento, así que estuvo dando vueltas en mitad de la noche en busca de un lugar en el que dejar el taxi que el día anterior había adquirido tras terminar con la vida de Fritz.

Cuando llamó al timbre nadie salió a recibirla. Le pareció inusual, pero cabía la posibilidad de que hubieran salido, tanto Elmer como Adelice. Recordó que guardaban un juego de llaves en el armario del jardín de atrás, el cual no tenía un muy difícil acceso si se tenían nociones de gimnasia y un cuerpo atlético, cosa que Claudine poseía. Saltó el muro e irrumpió en el interior de la casa. Fue directa a por las llaves y, tras esquivar algún que otro chorro de los aspersores, entró en la casa.

Cuando cerró la puerta, una vez dentro, se percató de que el pomo estaba ensangrentado. Fue entonces cuando preguntó a gritos si había alguien en casa. Corrió a inspeccionar las habitaciones y, finalmente, terminó en el lavabo. Allí se encontró con el destrozado cuerpo de Elmer. Ya carecía de vida, aunque tenía un movimiento espasmódico en las piernas, de rodilla para abajo. Claudine, no pudo evitar gritar al ver a su ser amado de aquel modo. Las lágrimas rápidamente desbordaron, por la conmoción, dando lugar a un caudaloso río, el cual desfiguraba su rostro con una cascada de gotas saladas, arrugando sus facciones y empapándolo de tristeza.

Agarró la cabeza del cuerpo que yacía en el suelo, y lo apretó contra su pecho. Le dijo-con una voz entrecortada por el pánico y la pena que le sobrecogían- que ya había pasado todo, pero que por favor no se fuera. Mecía bruscamente el cuerpo inerte de Elmer cuando empezó a cantar. La canción se quebraba con el llanto, pero calmó a la mujercilla, quien decidió vengarse de la persona que le hizo aquello al muchacho que se hallaba muerto entre sus brazos.

Abandonó a Elmer, con mucho pesar, y se dirigió a la habitación de Adelice siguiendo un rastro de sangre. Una vez allí, se dio cuenta de que el armario había sido registrado. En las puertas, unas manos pequeñas de color carmesí pintadas hicieron sospechar a Claudine. Entonces cayó en la cuenta, la hermana de Elmer había llevado a cabo aquel ataque.


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domingo, 12 de junio de 2011

Delicada operación

Se reajustó la bata y se puso los guantes de latex antes de acercarse a la bandeja de material quirúrgico. Miró con una sonrisa dibujada en su desfigurado rostro al hombre que intentaba escapar de aquel lugar rasgando la puerta. Ione rebuscó entre los utensilios hasta que dio con el bisturí. Se acercó a Kearney con paso lento. Él gritaba y blasfemaba en contra de la mujer que años atrás había agredido; y había sido su mujer. Intentó huir de nuevo, pero Ione le clavó el tacón en la parte posterior de la rodilla, aplastándolo como una cucaracha.

-¿Adónde vas, querido?-le dijo con voz dulce y serena-. Ahora que nos íbamos a divertir...

-No creo que haya nada de divertido-respondió, furioso.

Ione le mostró el bisturí a Kearney y tras echarse a reír, se acercó al varón que, como acto reflejo se cubrió con los brazos la cabeza. Ione le laceró el antebrazo izquierdo, la carné empezó a llorar con una lágrima de sangre. Kearney apartó el brazo y salpicó la bata de trabajo de su ex-mujer con el gesto.

-Vaya, con el revoltoso-comentó sarcásticamente Ione-. Se me olvidaba sedarte antes de la operación. Bueno, tampoco es que me importe-se acercó a la mesa donde estaba la bandeja de nuevo y agarró una taza que humeaba, aunque antes introdujo un bote en uno de los bolsillos de la bata. Se aproximó a su ex-marido y le preguntó: te apetece un café? recuerdo que te encantaba.

-Bu-bueno-balbuceó-, ¿por qué no? Aunque el café de máquina no me gusta.

Ione, al oír la respuesta de su víctima, volcó el contenido de la taza sobre el cabello de Kearney, quién gritó de agonía al entrar en contacto con el ardiente líquido. Ésta le dijo:

-Ahora que el agua está caliente, aquí tienes el café; molido y todo-le arrojó el contenido del bote que se había guardado antes de coger la taza, y una sustancia oscura cayó sobre el varón. La farmacéutica se agachó para verle la cara a su marido. Le alzó el rostro y empuñó el bisturí de nuevo. Lo miró apenada, por un segundo titubeó, pero a la siguiente fracción de tiempo, clavó su afilada arma en el párpado superior derecho de Kearney. La incisión dejó ver el globo ocular mientras estaba bajado y la ceja se separó de la carne, dejando entrever parte del cráneo.

-¿Por qué me haces esto?-quiso saber él.
-Bueno, quizá sea sólo por venganza-clavó el instrumento quirúrgico en la mejilla de Kearney y dibujó media luna en la carne-. Por cierto, deberás tomar esto para calmar el dolor-rebuscó en un bolsillo y sacó una pastilla.
-No tomaría algo de una puta como tú-le escupió a la cara y acertó, humedeciéndole a Ione la frente con saliva.

La mujer se limpió la cara con el dorso de la mano, lanzó el bisturí al suelo, se deshizo de la bata, y cubrió la cabeza de su ex-marido con ella, apretando el cinturón a la altura del cuello. Acto seguido, corrió hacia una estantería y se hizo con unas botellas de alcohol. Roció a Kearney con el contenido de éstas y le prendió fuego. Mientras las llamas consumían el cuerpo del hombre, Ione derramó una lágrima, aunque rápidamente se la secó con la manga del jersey.

Salió de la sala mientras los gritos de agonía pintaban las paredes y avivaban las llamas.

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martes, 19 de abril de 2011

Pérdida de la inocencia

Bernice se disponía a estudiar cuando oyó que alguien entraba por la puerta principal. Saludó con un sonoro "hola" que recorrió el pasillo y abrazó a su hermana, quién iba acompañada de Gable; aunque Bernice ni se percató de este hecho. Siguió con la mirada perdida en sus apuntes, mientras al otro lado de la pared, Darlene y Gable decidieron acabar con su virginidad. Los embistes de la cama contra la pared distrajeron a Bernice de su tarea y la muchacha decidió aplacar las distracciones con música. Por un momento llegó a pensar qué hubiera pasado si fuera ella la que estuviera al otro lado de la pared; se sonrojó y el corazón se le agitó, trotando como un caballo cansado. Miro al pilón de apuntes que aún no había mirado y revisó la hora. Era tarde y debía ponerse a hacer faena, no era hora para desatenderla. Pasaron aproximadamente diez minutos en los que Bernice estuvo tranquilamente estudiando. Tiempo en el cual Darlene pudo llegar a sentir un placer más que intenso, a pesar de que, justo antes de llegar al clímax, su respiración se empezara a colapsar y su pecho se oprimiera. La respiración se tornó violenta, aunque Gable no le dio importancia, pues estaba tan emocionado con aquello que olvidó por completo la enfermedad respiratoria que acarreaba su pareja.

Mientras el muchacho intentaba complacer a su chica, ésta luchaba contra su cuerpo por liberarse del dolor que le presionaba el pecho y la ahogaba. De veras intentaba pedirle ayuda al chico, pero éste no parecía estar muy atento a lo que pasaba más allá de las maniobras de su entrepierna y los movimientos rítmicos de su cadera. Darlene se agarró firmemente al cuerpo de éste, pero en vez de aminorar la marcha, Gable aceleró para acabar dándole el golpe final. Cuando ya todo hubo acabado, se percató de que ella no respiraba. Fue en busca del inhalador, pero ya era demasiado tarde; así que acudió a la única persona que se encontraba allí: Bernice.

Salió corriendo de la habitación, totalmente desnudo. Abrió de un portazo la puerta de la habitación contigua y pidió ayuda a gritos, desesperado. Bernice no cabía en sí de asombro. Quedó perpleja por unos instantes, no supo reccionar hasta que grito claramente: tápate, que yo no soy Darlene. Luego cayó en que el muchacho seguía diciéndole cosas, así que se apartó los auriculares y pudo escuchar lo que el varón le intentaba comunicar. Corrió de inmediato -al saber qué estaba pasando- e intentó que el cuerpo inerte de su hermana inhalara, acercándole el aparato a los labios. Tras varios intentos y tras ver que la colaboración por parte de Darlene era nula y que ya no respiraba. Se volvió hacia Gable cabreada y con la mirada inundada en lágrimas, abofeteó al novio de su difunta hermana. Gable se llevó una mano a la dolorida mejilla, momento que aprovechó Bernice para aporrearle el pecho con los puños cerrados. Él la dejó hacer hasta que se cansó y cayó rendida a sus pies, sollozando aún. Entonces le rodeó con los brazos y la intentó calmar.

Tras una charla no muy larga, sus labios se juntaron. Al principio ella se desconcertó, pero llevaba tanto tiempo esperando aquel momento que quiso continuarlo, así que empezaron a regalarse ósculos el uno al otro. Siguieron besándose mientras el la desvestía. Una vez estuvieron ambos desarropados, él prosiguió a la introducción de su miembro y a desflorar a la doble imperfecta de su difunta y queridísima Darlene. Al principio la penetración no fue íntegra, pero conforme iban avanzando en el acto, la inserción fue siendo más profunda. Bernice se olvidó de todo por unos instantes, pero una vez se acabó el acto carnal, se sintió sucia.

-¿Cómo has podido...?-dijo, indignada-. Has matado a mi hermana, y encima... te has aprovechado de mí. Eres... eres...
-¡Eh, Tú no te has negado!-reprochó de inmediato- Yo no me he aprovechado de nadie...
-Te odio-comentó entre un llanto que a pesar de ser triste aún tenía un matiz de satisfacción por haber conseguido algo más que una amistad con Gable.
-No te culpo. Pero yo no quería que esto pasara así. La verdad es que... como eres casi idéntica a ella... es como si lo hubiera vuelto a hacer con ella.
-Me estás diciendo que...-contestó enojada- No soy más que una simple copia para ti. ¿No significo nada?
-Bueno... la verdad es que yo la quería a ella... sólo me he dejado llevar, igual que tú.
-Calla-vociferó-. Matas a mi hermana y te aprovechas de mi debilidad-Se levantó y se vistió, con cara de pocos amigos. Agarró el pincel que quedaba en un vaso con agua del escritorio y lo lanzó con rabia al suelo. Empuñó el vaso y le lanzó el contenido a Gable, que aún seguía en el suelo, sentado.

El agua, ennegrecida por las pinturas, manchó el rostro de su cuñado, el cual aceptó de buena manera aquel golpe. Bernice volvió a su habitación y fue directa a por el reproductor de música portátil. Una vez lo tuvo en mano, se dirigió hacia donde se encontraba Gable y le preguntó que qué harían entonces, con una mirada inocente.

-No podemos contar la verdad. Debemos esconder el cuerpo.


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viernes, 15 de abril de 2011

Fuga precipitada

Adelice chapoteba en la fuente del jardín trasero mientras Helga anunciaba a Bernice que había terminado drásticamente la relación con su padre y que a partir de entonces Fritz sería su "nuevo papá".

-Mamá, Fritz no va a poder ser más que tu novio muerto. Mi amiga lo mató por violarme una noche de camino a casa.
-¿Fritz porqué iba a querer violarte? Debes estar equivocada. Él nunca haría eso.
-Mamá, hazme caso. Sé de lo que hablo-dijo entre lágrimas, con la voz entrecortada.
-Pobrecita mía-la abrazó de inmediato al verla llorar- ¿Porqué no me dijiste nada?
-Se te veía tan feliz con él que no quise estropearlo-se secó las lágrimas con el dorso de la mano y frunció el ceño. Se separó de su madre y la miró a los ojos-. Mamá, debo decirte algo. Yo también he matado a una persona.
-¿Otra vez?-exclamó sorprendida.
-Sí...-agachó la cabeza y aprobó-Pero era para proteger a la pequeña Adelice. Claudine intentó matarla por asesinar a su novio.
-¿Ella también? Pero, ¿qué problema tiene esta juventud? No me gustaría pertenecer a vuestra generación, te lo aseguro.
-Mamá, ¿qué haremos? ¿y si nos pillan?
-No nos podemos quedar de brazos cruzados. Habrá gente que los echará de menos, y es posible que algunos llamen a la policía si ven que no responden en un tiempo. Debemos hacer las maletas y marcharnos lejos de aquí. Esta noche cenamos fuera, así que coge lo imprescindible y vámonos.

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miércoles, 30 de marzo de 2011

Actividad nocturna

Louie entró en el despacho tras la confirmación de su hermano.

-Hombre, si está aquí el pequeño triunfador-lo abrazó y le palmeó la espalda-. Bueno, ¿estás listo para tener una noche de desenfreno? Invito yo.
-Pero tengo esposa-exclamó sorprendido-. Y una hija en camino-añadió tras hacer una pausa.
-Vamos, no pongas excusas. Sólo te pido una noche, como en los viejos tiempos, ¿recuerdas?

Louie se llevó las manos a la cabeza, dubitativo, y agachó la mirada a la vez que resoplaba. Desde el otro lado de la sala el dispensador de agua le devolvió el resoplido con una burbujeante respuesta.

-Supongo que por una vez no pasará nada-aprobó sin mucha convicción.
-¡Ése es el Lou que yo conozco! Tengo una chica reservada especialmente para ti. Espero que os llevéis bien-esbozó una sonrisa y volvió al asiento a recoger el abrigo.

Tomaron un taxi que les llevó a un bloque de pisos de la periferia, justo enfrente de un laboratorio farmacéutico. Las luces de neón a la entrada del edificio anunciaban un local en el interior dedicado a actividades nocturnas. Entraron sin mediar palabra el uno con el otro. Los recibió una señora corpulenta, enfundada en un vestido pequeño para su embergadura, cosa que la hacía parecer fofa debido a su rolliza complexión.

Tras un apretón de manos y la muestra de un fajo de billetes por parte de Morton hacia la rechoncha mujer, se separaron. Cada uno se dirigió a una habitación, guiados por unas señoritas algo ligeras de ropa. Una vez estuvo Louie tras la puerta, se olvidó de su mujer. Hasta entonces el remordimiento le corroía, pero no quería defraudar a su hermano, así que le había seguido el juego. Ahora que estaba frente a una mujer desconocida-dispuesta a satisfacerle-, esos pensamientos se disiparon y no iba a dejar escapar la oportunidad.

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miércoles, 23 de marzo de 2011

Dificultades afectuosas 3

Entonces decidió irse a dormir. Tambaleándose, consiguió llegar al dormitorio tras topar con más de una pared y desplomarse en varias ocasiones debido a los golpes.

En el dormitorio le esperaba una chica encogida de piernas, con el rostro hundido en éstas y el pelo enmarañado.

-Nanette, ¿qué haces aquí?-quiso saber. La muchacha separó el rostro de sus rodillas al oir la pregunta-. Tengo sueño, ¿no puedes esperar a mañana?

-Has estado bebiendo otra vez-contestó bruscamente.

-No he venido aquí a que me sermonees. He venido a dormir. ¿Me vas a decir lo que quieres, o no?-dijo con tono burlesco.

-Aubrey...-tomó aire y calmó la voz antes de decir lo siguiente-. Siento mucho lo de Ewald, pero no puedes seguir así. La vida continúa, y tú debes afrontar la realidad, no evitarla. Por otra parte, te diré a qué he venido. He venido porque no me fio de dormir en mi propio dormitorio. Tengo miedo de Joeri. Aparece aún en mis sueños.

-Joeri te quiere, lo que pasa es que tiene una forma extraña de amar. Lo suyo yo lo consideraría más bien como acoso-afirmó con la cabeza antes de seguir con su charla-. ¿Quién en su sano juicio llama cariño o amor a una chica el mismo día de conocerla o el día siguiente? Joeri puede que no lo haga con mala intención, pero la verdad es que es un tanto rarito, yo me alejaría tanto como me fuera posible.

-Aubrey, siento pedirte esto pero, ¿puedo dormir contigo?

-¿No eres mayorcita para eso?-Nanette la miró con ojos tristes.

-Es que...creo que me espía. Siempre está pendiente de mí y ni siquiera entre estas paredes me siento segura. Esta mañana me estaba esperando en la puerta desde antes de que saliera el sol.

-Haz lo que quieras-replicó-. Pero te lo advierto, no me quites la manta. Mientras yo tenga manta a la que agarrarme podré dormir. Y creo que ya sabes que tengo muy mal despertar, y si además es por el frío... no dudaré en echarte a patadas de la cama.


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Dificultades afectuosas 2

Aubrey suspiró y se acercó a la más pequeña de sus hermanas, la cual estaba absorta y tenía la mirada perdido entre las llamas que prendían la leña.

-Aveline-dijo con un tono suave-. ¿Qué es eso que te preocupa?

Aveline volvió al mundo real y miró a su hermana a la cara, desconcertada.

-Verás, no es que no quiera verle. Tengo muchas ganas, es más, he pensado en hacerle un pastel para su bienvenida, pero...-el silencio cortó la oración de manera silenciosa. Aubrey arropó las manos de Aveline con las suya y la animó a seguir con gesto tranquilizador-. Aubrey, hermana, yo quiero verle y conversar con él de las cosas que hemos hablado por carta y de otras muchas, pasear, mirar las estrellas... pero no lo conozco. Tengo una descripción aproximada por carta, pero nada más-resopló-. No quiero darle una impresión equivocada, y tampoco quiero estropear nuestra relación-hizo una pausa para ver si tenía algo que decir su hermana.

-¿A qué tipo de relación te refieres, Aveline? Es que acaso... ¿es algo más que una amistad?

Aveline se mordió el labio y escondió la mirada bajo la moqueta que recubría el suelo. Aubrey le levantó el rostro con un dedo, empujando la barbilla hacia arriba, y clavó la mirada en los oscuros ojos de su hermana. Aveline se aclaró la garganta con un suave carraspeo y, con voz dulce dijo:

-Hace ya una o dos cartas atrás confesó estar enamorado de mí. Por eso tengo miedo.

-Vaya...así que es eso. Bueno, y tú, ¿qué es lo que sientes por él?

-Nada especial, es que...ni siquiera lo he visto. Me gusta hablar con él, pero nada más. Tampoco me quiero encariñar demasiado, él tiene su vida, yo la mía...No están hechas para cruzarse-continuó tras un largo suspiro-. Yo no quiero abandonar mi vida aquí, y tampoco vería bien que él abandonara la suya allí.

-No sé qué podría decirte. Mi único amora ha sido Ewald, y lo conocí aquí, en la ciudad. Lo más lejos que he estado de él fue cuando se marchó de vacaciones al otro continente durante un año, pero no es lo mismo-unas lágrimas predijeron un sollozo en su rostro, pero lo acalló a tiempo-. Ojalá estuviera aquí conmigo ahora mismo, a veces me siento muy sola sin él. Mira, sólo puedo decirte que si lo que te preocupa es dejarnos, tanto a mí como a tus hermanas, hazle saber que no hay lugar aquí para él. Puede que despierte el sentimiento del amor si se acerca demasiado y eso os perjudicaría, tanto a ti como a él. Deja que venga por esta vez, pero déjale claro que no sería conveniente volveros a ver si no quieres hacerle daño.

Aveline se levantó del asiento y abrazó a Aubrey, rodeándole la cabeza con los brazos y acercándole la cabeza, a la altura de su tripa.

-Gracias, hermana, te lo agradezco. Creo que es la decisión más acertada. A lo mejor no se lo toma demasiado bien al principio, pero no puedo permitir que se aleje de los suyos o en todo caso me aleje de los míos. Deberemos hacer vidas separadas por nuestro bien.

-Me alegra que lo hayas entendido-comentó Aubrey con una sonrisa marcada entre las mejillas-. Ahora ve a preparar esa tarta. Seguro que cuando vea que la has hecho especialmente con motivo de su llegada se alegrará y esa alegría compensará la pérdida de no poder estar contigo.

Aveline asintió con la cabeza y se marchó dando saltitos. Aubrey lloró con lágrimas secas la muerte de Ewald mientras recogía la estancia. Cuando hubo acabado, se sirvió una copa de whiskey. Echó un trago largo y se sentó frente a las brasas. Agarró la botella, que estaba a medio llenar, y bebió hasta que la dejó seca.


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Dificultades afectuosas 1

-Hermana, es que... no sé qué hacer.

La puerta rechinó tras ellas. Ambas se volvieron para ver quien había entrado en la sala y se encontraron con Aveline, quién parecía impaciente por contarles algo.

-No os lo váis a creer-empezó a decir tras tomar aliento-. Dice que va a venir a visitarme. Estoy impaciente por verle-rebuscó en los bolsillos interiores del bolso que le colgaba del hombro y le mostró un papel arrugado a Aubrey, quien lo aceptó de buen modo y lo leyó por encima.

-Bueno-dijo al terminar de revisar la carta-, los problemas de uno en uno. Primero estaba con Neilina.

Aveline se sentó junto a la chimenea sin rechistar. Aubrey la miró entristecida y siguió la conversación que había sido cortada con Neilina.

-Verás-comenzó a decir-, tú estás en tu derecho de amarle o no, pero no te sientas mal por rechazarlo.

-Si tienes toda la razón Aubrey, pero es que me da pena.

-No debes sentir pena. Mira-apoyó una mano sobre el hombro de Neilina-, el amor no es algo que deba ser impuesto. Nadie debería decirte lo que él te ha dicho. Entiendo que estés confusa, pero creo que porque él te ame no tiene ningún derecho a decirte que lo ames tanto como él hace. Los sentimientos no los elegimos, pero si nos son impuestos acabaríamos mal. No te conviene hablar más con él, debes decirle que tú no sientes lo mismo o te acabará convenciendo de lo contrario, y por consiguiente, no serás feliz a su lado. No quiero que seas su marioneta.

-Muchas gracias, Aubrey-sonrió-. No sabía qué hacer. Yo me siento muy agusto hablando con él, pero es que me repite una y otra vez que me ama que le ame tanto como él a mí, y claro... me hace sentir incómoda. No sé qué decirle.

-Tú dile que necesitas tiempo. Que te está presionando, y así no se hacen las cosas.

Neilina asintió y se retiró por la puerta que había aparecido Aveline.


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lunes, 14 de marzo de 2011

Un rey despechado

-¿Qué soy yo más que un peón o un rey destronado?-preguntó mientras miraba por el ventanal, abriendo un hueco en la cortina.

-Mi señor, no es más que un simple caballero desarmado-comentó el súbdito.

-¿Quién es ella para causar tanto revuelo?-quiso saber su alteza.

-Mi señor, esa mujer es aquella que os humilló ante el pueblo-dijo, manteniendo el mismo tono de antes.

-¿Cál es su propósito en estos momentos?-espetó indignado.

-Mi señor, espero que esto no le cause mucho tormento-declaró, preocupado.

-¿Quién la hizo llamar?-vociferó

-Mi señor, las fuentes no son de fiar...-señaló

-¿Qué es lo que debo hacer?-se echó una mano a la frente, apartándose el flequillo.

-Mi señor, sólo usted lo puede saber-.

-¿Si consejos no me da, para qué le pago?-rugió.

-Mi señor, yo sólo mi trabajo hago-replicó al instante.

-Pues de bien poco me sirve, así que márchese-le gritó, agitando el brazo y señalándole la puerta.

-Como su alteza desee-hizo una reverencia y se retiró.

-¿Cómo se atreve a desafiarme y a mentirme? Qué despropósito. Qué desfachatez. Ella ha sido la culpable de mi destierro, ¿porqué ahora querría negociar con dicha arpía una tregua o algo que no llego a comprender del todo? Será mejor que todo acabe cuanto antes.

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jueves, 17 de febrero de 2011

Melancólica despedida

Lo miró a los ojos llorosos y le acarició el mentón con suavidad, entrelazando sus dedos con la escasa barba del muchacho.
-Debes ser fuerte y seguir adelante, no será lo mismo, pero al menos estaré ahí para lo que necesites.
-No entiendo el motivo de tu marcha, el porqué te vas-dijo, con un tono mezclado de enfado y desesperación, aunque con un matiz de rabia.
-No hace falta que lo entiendas, sólo debes saber que lo he pasado genial estando contigo, nadie podrá borrar los buenos recuerdos que tengo de ti, ni siquiera el tiempo.
La agarró por el brazo y la soltó de inmediato, arrepintiéndose de lo que iba a hacer.
-Creo que es un digno adiós. Un final feliz, después de todo-añadió el joven.
-Sé que es duro, pero estoy segura de que encontrarás la felicidad más allá de lo que nos unía a ti y a mí. Además, yo debo partir, y no quiero que pases meses de angustia por mi culpa.
-Puede que tengas razón, aún así. Cuando regreses, ven a visitarme. Ya sabes dónde encontrarme. Por cierto, que sepas que no te olvidaré, querida.

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domingo, 13 de febrero de 2011

La pérdua més gran, la que fereix el meu cor i no es cura

No sóc ningú, no sense tu. Em sento un destorb. Vull que tot acabi i un bell corb m'arrenqui el llavi. Ja no tinc por. S'ha acabat tot, fins i tot el so de la meva veu.

El lament és tot meu, però tu no el sents. I tot és degut a que ja no em veus, no amb aquells ulls que acostumaves. Em fa mal pensar que tot ha sigut un error, o que només he sigut una joguina, però potser és el que sóc, una joguina. Un ninot que no serveix per res més que per estimar una persona que no es mereix, un ninot que ha estat manipulat i rebutjat quan ja no se'l necessitava. He de sentir-me trist? perqué si no és així, estic plorant per res. Sento haver estimat, sento haver pensat que la meva vida sentimental estava sol·lucionada i haver pensat que aquésta tenía un futur. Ho sento de tot cor, però, el que més sento és sentir de boca de tots que la vida continua. I si no vulgués continuar la vida? I si vull terminar la meva vida i continuar la mort? això no pot ser? La veritat és que em sento inútil, desgraciat, afligit, apenat, però sobretot em sento incapaç de seguir endavant.

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miércoles, 2 de febrero de 2011

Comienza el año

Bueno, sé que lo normal es que el año comience el día 1 de enero, pero para mi blog, este año empieza el 2 de febrero. ¿Por qué? porque creo que enero no ha sido un mes en el que haya que contar apenas nada. Han cambiado cosas, para peor, pero no por ello voy a odiar este año. El 2010 fue un buen año, sí. Pero el 2011 acabará siendo un gran año,o eso espero. Bueno, siento que hayáis tenido que esperar tanto para continuar con "Cadena de óbitos©" aquellos que la leáis, pero comprended que por razones personales no me apetecía seguirla. Bueno, me despido y, feliz año nuevo, con retraso.

Prácticas manualidades

Bernice se despidió de ella y abandonó la casa para ir a clase. Helga recordó que ese día era uno de esos días en los que su marido se quedaba durmiendo hasta el mediodía o incluso a veces llegaba a desaprovechar tanto la jornada que salía de la cama cuando ya se había escondido el sol. Esta vez, para sorpresa de su mujer, se levantó por la mañana. Se sentó en el sofá, encendió la televisión y pidió que le sirvieran una cerveza fresca. Helga le atendió de inmediato, aunque disolvió una pastilla en la bebida antes de entregársela a su esposo, sin que él lo viera. El hombre tomó un trago o dos y cayó rendido bajo los efectos del somnífero.


Abrió los ojos y se encontró maniatado en una bañera, con cuerdas que hacía años había utilizado su hija para saltar la comba, cuando iba a primaria, pero de eso ya hacía bastante tiempo, ahora Bernice estudiaba en la universidad. Helga se presentó ante él y le abofeteó sin mediar palabra. Le escupió y se volvió para coger un taladro.

-Te gustan las manualidades, ¿verdad? Pues he aprendido unas cosillas que quizá te gustaría ver con tus propios ojos. Le he pillado el truquillo a hacer agujeros en la pared, ahora ya no puedo parar de poner cuadros, pero tú ni te fijas en que hay cambios en la casa. Te estiras en el sofá y ni siquiera te dignas a decir o hacer nada. Estoy harta de tu indiferencia, y también estoy harta de que me utilices como objeto sexual. Por cierto, el sexo se te da de pena. Ah, se me olvidaba decirte porqué estás así. Bueno, ya que ves más interesante la mujer de otro que a mí, ya me importa bien poco lo que te pueda pasar. Además, creo que cada uno recoge lo que siembra, así que... ¿empezamos con la cirugía?
-Espera-replicó-. ¿Haces esto por celos?
-No, esta claro que no. Lo hago por que me violaste delante de mi hija, me humillaste millones de veces delante de invitados, me hiciste heridas tan profundas que ni siquiera sé como han cicatrizado, pero tranquilo, lo que voy a hacerte no te va a doler ni la mitad que me dolió a mí.

Enchufó el taladro a la corriente y apretó el gatillo, haciendo girar la broca que tenía en el extremo. El sudor empezó a correr por la frente del varón, mientras mascullaba hacia sí mismo negaciones y frases incompletas e incoherentes. La fémina derramó unas lágrimas y se acercó con la cara empapada a la bañera. Le acercó el aparato a Louie y le atravesó las manos de un solo taladrazo. El taladro le perforó las manos por el centro, abrasándole la carne y destrozándole los tendones, quebrando huesos y dejando correr un río escarlata desde el orificio que reseguía la broca y creaba un afluente por las cuerdas que retenían a Louie en aquella posición desventajosa. Un grito se ahogó en las lágrimas de Louie y salió disparado junto a la saliva que se estampó contra los azulejos de la pared de la bañera y resbaló lentamente, dejando caer un hilo de palabras sin pronunciar.

Helga separó el aparato de las lastimadas manos de su marido y apuntó hacia las rodillas, donde volvió a accionar el gatillo para acabar perforando las rotulas del varón. Louie ya no pedía clemencia, simplemente jadeaba e intentaba protegerse de los ataques de una manera absurda, retorciéndose en la medida de lo posible para proteger partes vitales de su cuerpo. La mujer lo abofeteó con saña y le golpeó con la culata de perforador en la mandíbula-desplazando la parte inferior-, desencajándole el rostro.

Los lamentos se convirtieron en balbuceos y quejas indescifrables, pero ella no iba a detenerse ahí. Se acercó a un barreño que tenía preparado junto al lavamanos y lo acercó a la bañera. Louie la miró arrepentido, pero ella no hizo caso. Introdujo las manos en el líquido que contenía el barreño y estrujó una bayeta que previamente había colocado en el recipiente.

-Vamos, no hay que temer más. Siento haberte hecho daño. Voy a curarte esas heridas.

La postura de Louie cambió completamente, se tornó dócil. Helga acercó la bayeta a las heridas de las manos de Louie y una sonrisa floreció entre sus mejillas. El líquido transparente se mezcló con la ferviente sangre del varón, pero para el disgusto de éste, no era agua lo que contenía el barreño, sino una solución de agua, lejía y vinagre. Helga parecía disfrutar con aquello, lastimando cada vez más a aquél que se había dedicado a maltratarla durante años. Tras haber limpiado las zonas lesionadas, llenó la bañera con agua helada, volvió a por el taladro y se despidió de Louie. Acto seguido, lanzó la herramienta al agua, electrocutando a Louie, chamuscando su cuerpo e inutilizando el aparato. La imagen de Louie retorciéndose y separándose de la vida quedó grabada en su mente, pero quedó satisfecha al saber que aquella era la imagen que le otorgaba la libertad. Miró al cuerpo magullado de lo que antes había sido su marido, y se marchó. Más tarde acabaría por limpiar aquel estropicio, pero ahora deseaba relajarse con alguna otra actividad.


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