Dientecillos

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domingo, 6 de junio de 2010

Verdad inalcanzable, vida saludable

No creía en los valores que le habían impuesto a la fuerza. Siempre intentaba irse por el lado que el maestro le evitaba explicar. No aceptaba de ninguna manera que la verdad solo tuviese un modo de encontrarse. Para él, la verdad absoluta no existía, pues todo acababa teniendo una parte subjetiva según su parecer. No comprendía cómo era posible que un ente superior pudiera tener todo el saber si en una cabeza humana no se podían explicar las cosas más que con teorías y suposiciones. Esa incógnita y muchas otras revoloteaban por su cabeza. Decidió confiar en un amigo que investigaba el porqué de las cosas, pero solo llegó-al cabo de los años- a comprender las cosas desde un punto de vista externo y sin llegar a comprender el porqué sucedía de tal modo y no de otro. Las dudas aumentaban en su pequeño cráneo, y decidió no aceptar ninguna de las dos doctrinas. Buscó la manera de explicar el comportamiento de las cosas bajo un punto de vista general y más preciso de los que estaba acostumbrado. Tras mucho investigar decidió dejar de lado el tratar de comprender algunas cosas, pues se percató de que no estaba el ser humano preparado para la verdad. La verdad estaba escondida por alguna razón. Aunque desconocía el motivo, sabía que había uno. Éste no era ni el sentido de la vida ni cosas que se han preguntado las personas al dejar huella en este planeta, no. El motivo era bien simple: la verdad es que no existe más verdad que la vida se escurre, y si no la aprovechas, más tarde te arrepentirás. Así pues, dejó de preocuparse por cosas sin importancia, pues todo importa tan poco como vivir la propia vida. Llena de altibajos, contradicciones, traiciones, amores, etc. más allá de esto, la vida no tiene sentido, se busque donde se busque, no se encontrará más que vacío u otra nueva pregunta.