Dientecillos

El contenido de esta web está protegido (Copyright)

lunes, 20 de diciembre de 2010

Nuevo hogar

Salió de allí sin mirar atrás. No quería sentir compasión por aquél que yacía desangrado en el suelo, lamentándose y desfigurando la voz con palabras hirientes y malsonantes. Las palabras ya no le dolían a la pequeña, sabía que aquello que decía Elmer sólo era un efecto secundario provocado por el dolor y la impotencia que le suponía no poder atacarla y hacerla sufrir de nuevo.

Se dirigió a su habitación y se vistió a prisa, cogió una falda plisada, un jersey de manga larga y unos calcetines largos que le crubían las piernas hasta las rodillas. En todas las prendas dejó una mancha de sangre significativa debido a que las manos aún estaban enrojecidas e impregnadas por el líquido escarlata que había brotado de las heridas que le había propinado a su hermano. Preparó una mochila con algo de ropa y cuando hubo terminado, bajó las escaleras -con la mochila a la espalda- y se calzó al estar frente a la puerta de entrada. Giró el pomo con desconfianza y miró atrás, encontrándose unos escalones vacíos y fríos a pesar de que estaban cubiertos con una fina moqueta azul. Por un instante se quedó inmóvil, pensando que echaría de menos aquello, pues había vivido allí desde que su hermano cumplió la mayoría de edad y pudo encargarse de ella personalmente. Hasta entonces siempre habían ido de família en família, buscando refugio por tiempo indefinido.

Apartó los pensamientos buenos que le abordaban y recordó todo lo que le había hecho sufrir Elmer, reviviendo la imagen de su estado actual en el baño. Cerró la puerta cabreada, molesta consigo misma por pensar que era una mala idea irse de allí y dejarlo sólo, aunque fuera por un momento. Nunca le perdonaría a la conciencia que hubiese jugado con ella en momentos tan decisivos. Miró al oscuro firmamento y se dispuso a andar, pero el miedo a que alguien le parase y preguntase por sus manchas de sangre hizo que el paso fuera en contínuo aceleramiento. Correteaba sin destino por las calles oscuras, iluminadas por las suaves luces de las farolas en una noche nublada. Dobló una esquina y advirtió que estaba en el parque que quedaba detrás de su colegio, allí donde los niños, al salir de clase, se esparcían cada tarde. Ahora no había más que unos columpios solitarios, un tobogán pesaroso y un jardín tenebroso.

Se acercó a los columpios y les hizo un poco de compañía, dejó al lado la mochila, y se sentó en uno de ellos. Empezó a balancearse y el viento le meció los cabellos al compás de los chirridos de las cadenas que sujetaban el asiento donde Adelice apoyaba las asentaderas. El columpio hizo que la adrenalina despejara a la niña, empujara sus penas hacia los tobillos y pensara con más claridad. Frenó con los pies, levantando un poco de tierra con las botas. Agarró la mochila y agachó la cabeza. No tardó mucho en levantarse y echar a andar. El destino esta vez era claro, no quería pasar una noche fuera de casa, pero tampoco deseaba volver con su hermano, así que se dirigió al único lugar en el que sabía que no sería rechazada.

Llegó a una puerta iluminada por las luces que presentaban la entrada. Llamó al timbre y esperó impaciente que alguien saliera a recibirla. No tardaron en recibirla, pues una chica rubia abrió la puerta. La reconoció al instante y preguntó el porqué estaba allí. Cuando Adelice le contó que no podía volver a casa, Bernice la invitó a entrar. Entonces vio las heridas en las manos que tenía la niña, preguntó qué había hecho y Adelice no tuvo más opción que contárselo. Mientras tanto, Bernice le curaba las heridas de las manos y se las vendaba. Una vez estuvieron los cortes cubiertos con vendas, le enseñó un lugar donde dormir, aunque antes le preparó un vaso de leche con una cañita, ya que las manos le habían quedado inutilizadas. La niña tomó la leche mientras observaba la pecera con admiración. No es que le apasionaran los peces, pero los colores la mantenían entretenida. Decidió que cuando tuviera las manos sanas, los dibujaría para Bernice en motivo de agradecimiento.


Cadena de óbitos© es un proyecto y una idea original creada por:

Stev Molain (yo)

Todos los derechos reservados

(Cadena de óbitos© is a project & an original idea created by:

Stev Molain (me)

All rights reserved)

3 comentarios:

  1. Precioso estilo de narración, impecable como siempre. Tengo que destacarte, por una vez en una forma no tan emocional y más analítica, el último párrafo. Es una preciosidad. Me encanta la escena, que, dentro de la brutalidad previa a esta, es muy muy tierna. Y el final... El final me ha arrancado un gran "aaaaaw". Genial.

    MALDITA SEA EDITORIALES, FIJAOS YA EN ESTE HOMBRE O DECIDNOS COMO CONTACTAR CON VOSOTROS, CAGUEN LA LECHEE!QUE SUS FORRAIS CON ESTE HOMBRE! *con lo pro que había quedado el comentario...aish xD*

    ResponderEliminar
  2. me encanta el trozo en el que pasa por el parque y se columpia! realmente em lo he imaginado todo TAn fácilmenteeee >_<

    me alegro que Adelice esté bien!!! *o*

    ResponderEliminar
  3. Lo mismo que Yuukou, ese trocito es muy cinematográfio xD
    Me ha gustado mucho!
    Otro detalle que me ha hecho mucha gracia es lo de la cañita, es tan infantil *.* Aunque yo aún lo hago xDD

    En cuanto al fondo de mi blog es provisional...es que me gustaría hacerme un nuevo fondo con el generador de plantillas pero no encuentro nada que me convenza...i he probado con unos fondos que tenia por ahí guardados que me obligan a poner las plantillas anteriores;_;
    Ahora no puedo cambiar colores;_; no encuentro las opciones xDD

    En fin..cosas de la vida xD

    ResponderEliminar

Un blog no es nada sin un comentario. Sé que a lo mejor da palo o piensas que es una chorrada, pero si no posteas es posible que este blog muera de inanición y no quieres eso, ¿verdad?