Dientecillos

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jueves, 25 de marzo de 2010

Pérdida de alguien estimado

Después de un largo día, se sentó frente al televisor. Acercó el mando a distancia y apretó uno de los botones con pereza. No tenía ganas de nada, pero pensó que estar distraído con aquello le mantendría menos infeliz. Se equivocó, a esas horas todo lo que anunciaban eran noticias de gente muerta en el accidente que habái sucedido hacía unas semanas. No podía creer que aún siguieran con aquel tema, aquello le deprimía notablemente y una muestra de ello eran las lágrimas que recorrían su rostro cada amanecer. No podía dormir por culpa del incidente, pues éste le había robado lo más preciado para él, su más fiel compañera.

Apagó el aparato y se dirigió a la cocina para tomar un tentempié. Abrió la nevera y advirtió que estaba vacía casi por completo. Miró con la vista cansada los pocos objetos que habían dentro de ésta, unos tranchetes de queso, un poco de jamón dulce, restos de lo que en su día fue una pizza, y una cerveza a medias. Se acercó al mueble más cercano y sacó un trozo de pan, ni muy duro ni muy seco, algo blando, pero comestible aún.

Se sentó en el sofá y volvió a mirar al televisor con recelo. Le volvió a dar una oportunidad y le dio vida de nuevo, dejando que contara lo que tenía que explicarle. Esta vez ya se habían terminado los informativos y solo echaban programas de cotilleo, los cuales aumentaban audiencia gracias a las famílias desgraciadas que contaban su historia. En esos instantes se dio cuenta de que no era el que más había perdido, pero aún así, la pena que sentía por dentro, le corroía minuto a minuto.

Enfrente suyo, una mujer de edad avanzada, se castigaba por no haber podido salvar a su hija junto a su yerno y sus nietas. Aquella escena le hizo recapacitar, no debía apenarse tanto por perder tan poco.

Dejó a un lado lo que estaba tomando para comer y se acercó al mueble que existía entre la televisión y la mesa para invitados. Una vez allí, arrancó una foto de tantas que habían. Miró con anhelo aquel retrato. No pudo evitar que se le escaparan unas lágrimas, pues no podía contener la tristeza que le invadía al pensar que ya no podía estar junto a quien estaba a su lado en aquella fotografía. Acarició el lugar en el que aparecía su acompañante y le dijo adiós, y se prometió para sus adentros que no estaría triste nunca más, que debía superar la pérdida, pero que eso no significaría que le hubiera olvidado, sino que habría tomado la decisión de continuar sin ella.

Dejó la fotografía en su posición inicial y cambió de canal. Puso el programa favorito de ella y recogió su cuenco preferido. Lo guardó junto a sus juguetes mordisqueados, en el desván, allí puso todos los objetos que le recordaran a ella, excepto las fotos que se habían tomado a lo largo del tiempo que las guardó en un álbum especial hecho con dedicación y esmero.

Pasaron unos meses, y aún seguía escuchando sus ladridos en el patio de atrás, normalmente cuando traía alguna chica a casa, pues ella siempre había sido reacia a compartirlo.

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2 comentarios:

  1. ;O; .... El dia que se me muera el Navat, me va a dar tanto trauma que no voy a poder parar de llorar xD


    Pero es una historia muy tierna ^o^
    Te arrancaré las manos y las usaré en mi provecho

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  2. el texto me encanta, está muy bien expresado

    me ha recordado a algo..^^U aunque no sea lo mismo exactamente.. pero tiene similitudes...

    al menos yo sé que está bien.. eso espero.. jeje

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