Dientecillos

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martes, 31 de agosto de 2010

El criado y el duende ladrón

Agazapado, en medio de todas aquellas miradas, se escondía tras los enclenques y largos brazos que le caracterizaban, de ahí que le apodaran espantapájaros o cosas similares (aparte de por su encrespado estilo de peinado). Repetía una y otra vez-entre balbuceos- que no le hirieran, que él no había hecho nada y algo más que no era comprensible a los oídos de quienes le rodeaban. Entretanto le venían a la cabeza canciones de cuna que le cantaba su madre en las noches de tormenta. Siempre que se asustaba, fuera cual fuera el motivo, la voz de su madre encontraba la manera de llegar a su mente -o al menos a sus oídos-, y tranquilizarlo; aunque esta vez no parecía calmarlo. Una bota se posó duramente contra sus esqueléticos dedos, produciendo un crujido y propinándole un pinchazo que le recorrió el brazo desde los nudillos hasta los hombros y un hormigueo le avisó de que pronto se le adormecería la mano. La cabeza cayó rendida junto a la mano, bajo el yugo de la bota que acababa de coronar la cima de su cuerpo, aquella misma que le había asestado una patada en el trasero hacía escasos minutos -antes de que cayera de bruces al suelo y quedara en medio del círculo de aristócratas enfurecidos-, la cual pertenecía al noble con más poder-o al menos el que tenía más tierras y más riquezas- de entre todos los que se reunían en aquella sala.

-Devuelve el guante dorado-exigió el dueño de la bota.

-O las consecuencias serán funestas para tí y los tuyos-dijo una voz áspera y arrugada.

Un cuchicheo multitudinario prosiguió a la frase.

-¿Es que prefieres morir a entregarnos un objeto?-preguntó una voz joven, característica por su nasalidad.

-El gu-guante lo t-tiene el du-duende-respondió al fin.

-Otro que dice lo del duende, tendremos que...-dijo el muchacho

-¡Ya basta!-exclamó el propietario de la bota-será mejor que no nos mientas porque como no encontremos a ese duende... -Empujó la cabeza(más bien la acompañó con saña) hasta el suelo y le asestó un golpe de gracia con el que le rompió el tabique nasal al escuálido sirviente-. Vámonos. Tenemos algunos asuntos que atender.

Tras él, fueron desapareciendo por la puerta todos y cada uno de los nobles.

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1 comentario:

  1. Guat the...!?
    Por esto odio a los nobles de mierda ¬¬ Pobre criado, es que...RAAAWR! de verdad, qué paliza les daba a todos. Y aunque lo hubiera robado él, joder, si es que siempre pierde el mismo pringao.

    Que rabia me dan, en serio.

    Buen trabajo, sigues en forma.

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