Dientecillos

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martes, 30 de noviembre de 2010

Grata compañía

Sonó el timbre y Helga fue rauda a abrir la puerta. Frente a ella, un hombre se presentó con un ramo de flores y una sonrisa. La mujer le invitó a entrar. Se sentaron a la mesa y tomaron un café mientras la televisión dialogaba con las paredes. Reían y se besuqueaban, él incluso la abrazaba cuando se entristecía al recordar cómo la trataba Louie. Los besos terminaron en algo más serio, pero ella no quería llegar más lejos de momento. Él la respetó y dejó que la decisión fuese de mutuo acuerdo.

Se sentaron en el sofá y vieron una película que echaban en un canal donde no se servían programas de sobremesa, informativos o no. No tardaron en dejar de prestar atención a la caja tonta, pues las caricias y los arrumacos los entretuvieron mientras él estuvo presente, no tardaron en caldear el ambiente y por lo tanto empezar a desvestirse. Ella ya no estaba pendiente de lo que Louie pudiera pensar de aquello, pues era feliz de aquella manera y algún día, lograría dejarlo para estar con quien ahora tendría relaciones sexuales. Desbarataron el sofá con tanto meneo, pero ella recuperó algo que pensaba que había perdido, la capacidad de llegar al orgasmo, pues con Louie todo era tan rápido y mecánico que había dejado de sentir placer con aquel acto.

Cuando terminaron, ella fue al lavabo y se refrescó la cara con agua fría. Se miró al espejo y rió. Hacía tiempo que no se veía guapa ante el espejo, e intentar ocultar los golpes que le hubiera podido crear Louie siempre era un engorro. Ahora, a pesar de tener algunas magulladuras, había tenido un momento satisfactorio y eso la mantenía feliz.

-Fritz, eres el hombre con el que debí casarme-le dijo a la persona que aún seguía en el sofá.


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sábado, 27 de noviembre de 2010

Idilio deteriorado

Se estiró en el sofá y encendió la tele. Puso los pies, rebestidos con las botas llenas de barro, encima de la mesa que tenía delante. Pidió que se le trajera una cerveza fría y al instante su mujer le trajo una lata de la nevera. Louie la miró amenazante y le golpeó el dorso de la mano, haciendo que la lata cayera al suelo y rodara por debajo de la mesa. Un sonido metálico recorría el suelo mientras Helga callaba un grito.

-¿Crees que voy a tomar esa mierda?-vociferó Louie-Tráeme de la de importación, esa mierda es para los invitados.

La mujer fue a por una botella de cristal verdosa. El hombre se la arrebató de las manos y cambió de canal, allí donde emitían un partido de su equipo. Helga recogió la mesa y se sentó junto a él.

-No te acerques tanto. Es más, no te sientes, mujer. Aún tienes mucho que hacer en la casa. Y si ganan, ya sabes lo que significa. Habrá que celebrarlo con un buen polvo-palmeó la pierna de Helga, quien deseaba que perdieran el partido y su marido no apareciera en toda la noche-. ¿Sabes lo que me gustaría ahora? Que me hicieras una mamada. Vamos, no tienes que estar por la casa por un rato y con lo que te gusta, disfrutarás.

La verdad es que Helga odiaba hacer ese tipo de cosas, pero no podía negárselo a Louie. Cuando aún eran novios, ella cometió el error de decir que el sexo oral le gustaba y ahora lo estaba pagando. La verdad es que le gustaba el sexo oral, pero no de aquella manera. Hacía tiempo que la pasión por Louie se había apagado.

Helga le hizo la felación, pero por lo visto cometió el error de derramar un poco de cerveza sobre el sofá. Louie se puso hecho una furia y la apartó con fuerza. Ella quedó sorprendida al ver la reacción del varón. Se disculpó y fue a buscar un trapo a la cocina, aunque de camino, Louie le arreó un puñetazo en la espalda y la empujó, haciendo que Helga tropezara con el cubo de la fregona y éste se desbordara. Ella cayó encima del agua con fregasuelos, pero él en vez de ayudarla a levantarse o preocuparse de si se encontraba bien, se aprovechó de la situación. Le asestó una patada en el trasero y le tiró de los pelos. Le escupió y la violó allí mismo.

En ese mismo instante acababa de llegar su hija a casa, quien contempló -desde una distancia prudencial- como su padre hincaba las botas en las nalgas de su madre. Luego la obligaba a abrirse de piernas y le lastimaba el ano introduciendo su pene con brusquedad. Los agónicos gritos de Helga y su llanto estremecían a la pequeña Bernice, quien lloraba en silencio y sufría junto a su madre.

-Buenas, Bernice. Será mejor que recojas esto y ayudes a tu madre a arreglar la casa. Ella es la culpable de que no tengas la cena preparada. Me voy al bar, no me esperes despierta, zorra.


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jueves, 25 de noviembre de 2010

Inocuo obsequio

Acababa de tener la fiesta de cumpleaños más impresionante de toda su vida. Había cumplido la mayoría de edad y aprovechó para salir a tomar unas copas con sus amigos. Al regresar despidió a Bernice con un fajo de billetes y el aliento hediondo. Se dirigió a la habitación tambaleándose, tropezando con los objetos que decoraban las paredes y los jarrones que guardaban las flores que su hermana cuidaba, derramando agua por todo el pasillo. Irrumpió en la habitación balbuceando algo indescifrable. La niña, asustada, se escondió tras las sábanas al ver el estado de su hermano. Éste apartó la tela y se sentó junto a ella.

-Hoy es mi cumpleaños, y creo que me debes algo más que un simple dibujo. Me vas a regalar tu virginidad.

La niña, no comprendió aquellas palabras, pero no tardó en comprender que el cometido de su hermano era hacerle daño y forzarla a hacer cosas sin su consentimiento.

-Vamos a jugar a papás y mamás. Eso te gusta, ¿no?

Adelice afirmó sin comprender qué era lo que quería decir su allegado. El chico se desvistió con torpeza, pues aún el alcohol mermaba el control sobre su cuerpo. La niña se avergonzó de poder ver las partes pudientes de Elmer. Éste las acercó a su cara y ella rechazó introducirse los genitales en la boca, girando la cabeza con un gesto de repudio. Entonces, él le arreó una bofetada. El rostro de la cría se inundó en lágrimas, momento que aprovechó Elmer para desvestirla de cintura para abajo, aunque dejándole los calcetines, para así aligerar el proceso. Arrancó el cinturón del pantalón que estaba en el suelo, y lo utilizó para mantener las manos de Adelice inutilizadas, uniéndolas por las muñecas. Le abrió las piernas y, a pesar de que ella se resistió, lo consiguió sin mucho esfuerzo.

Verla desprotegida le excitó lo suficiente como para que su pene estuviera erecto, así que se dispuso a desflorar a la pequeña. La estrechez que suponía el conducto por el que era introducido su órgano sexual era para él algo maravilloso. La sangre que expulsaba la niña por entre las piernas, un jugo vaginal más. Los alaridos de agonía que sucedían a la extracción del pene y los que precedían a cada inserción, gemidos de placer; y los sollozos, debían de ser lágrimas de felicidad.

Una vez terminó con la faena, se acercó a ella. Le comentó que junto a él nadie le haría daño y se retiró a su habitación. Adelice quedó petrificada, maniatada, desvestida a medias, desangrada, con la pureza corrompida y traumatizada.


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martes, 23 de noviembre de 2010

Desaprensivo visitante

-Buenas tardes-le saludó cordialmente el hombre que había llamado a su puerta-. Vengo por el incumplimiento de un pago a la empresa por parte de su marido. Ya sabe, por el incidente que hubo hace más o menos un mes. La verdad es que yo soy el jefe de dicha empresa y me he decidido pasar por aquí para ver el ambiente en el que se desarrollan mis empleados. ¿Puedo pasar?
-¡C-Claro, faltaría más! Siéntese en el sofá que verá a su izquierda, Señor...
-Morton-contestó rudamente-. Me llamo Morton. Ya veo que su marido no le ha hablado mucho de mí.
Entraron él y dos hombres vestidos de negro en la sala.
-La verdad es que no solemos tratar temas de trabajo en casa. ¿Un café?
-No, gracias. No suelo beber antes de hacer ejercicio.
-¿Va a ir al gimnasio al irse?
-La verdad es que usted tampoco debería tomar nada.

La frase la desconcertó, pero hizo caso omiso. Se llenó un vaso de agua y antes de que pudiera acercárselo a los labios, los dos hombres la cogieron de los brazos y a un grito le impidieron escapar al taparle la boca. Intentó forcejear, pero todo movimiento era inútil ante aquella inmovilización provocada por aquellos gorilas. Morton se acercó a la mujer y le resiguió el cuerpo con las manos, por encima de la ropa.

-¿Sabes? Tu marido puede que no me haya pagado lo que me debe, pero tú me vas a dar una parte ahora, en negro.

La mujer le hincó una patada en la entrepierna, cosa que cabreó mucho al Jefe de su marido. Entonces ordenó a los guardaespaldas que la ataran y le dejaran a solas con ella.

-Creía que podríamos hacerlo a las buenas. Pero veo que tienes ganas de hacerlo a las malas.

Los hombres obedecieron y la ataron de manera que quedara totalmente dispuesta para su superior. Con las manos tras de sí y las piernas abiertas completamente, intentaba dar saltitos para desatarse. Morton la miró y se bajó los pantalones.

-Ahora vas a chupar o tu marido va a quedarse sin mujer y sin trabajo.

Ella obedeció a regañadientes. Introdujo el sexo del hombre en su boca y las lágrimas recorrieron sus mejillas a la vez que la lengua jugaba con la parte íntima del hasta ahora desconocido varón. El líquido no tardó en inundarle la boca con un sabor amargo, a lo que ella respondió escupiéndolo contra el suelo.

-Por hoy ya está bien. Pero recuerda, Jade. Ni se te ocurra volver a resistirte o Fritz no será el único hombre que habrá mancillado tu entrepierna.

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Entrañable confesión

Salieron del edificio donde practicaban la natación conversando de cómo quedar al día siguiente, pero Bernice estaba más callada de lo normal. Claudine preguntó por si le pasaba algo extraño, pero ella insistió en que se encontraba perfectamente. Cuando doblaron la esquina, Darlene les dijo adiós y entró en el edificio azul que quedaba a su derecha, pues tenía clases de alemán. Al dejarlas solas la rubia le hizo saber a la pelirroja que debía contarle algo importante.

-¿De qué se trata?-quiso saber la chica de pelo rojizo
-Bueno...verás... es que...
-¿si...?
-¡Me gusta Gable!-gritó de repente. El rostro se le enrojeció.
-¿Te gusta ese idiota? Pensaba que ibas a decir algo como que estabas embarazada.
-Es que... Me da vergüenza.-Aclaró la rubia, ruborizada aún.
-No pasa nada Bernice, todos nos enamoramos una vez.
-¿Tú también?
-Sí, por desgracia estoy enamorada del idiota de Elmer, no sé qué tiene, pero no puedo evitar sentirme una completa tonta a su lado-suspiró y le puso la mano sobre el hombro a Bernice-. ¿Quieres que te ayude? Mañana mismo vamos a ir a algún sitio y ya me ocuparé yo de que puedas estar un ratito a solas con él.
-P-pero... no sabré qué hacer ni qué decir.
-Bueno, tú improvisa-Le dedicó una sonrisa y continuó caminando.

Siguieron hablando de otras cosas menos relevantes y llegaron a casa tras un día agotador.


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jueves, 18 de noviembre de 2010

Práctica en el aula

Comentó que no había tenido tiempo para corregir los exámenes y la clase respondió con resoplos. Se dispuso a crear los grupos de trabajo para el ejercicio de expresión oral que tenía pensado para ese día, miró a través de la ventana como el cielo ya iba dejando de regar la ciudad y regresó la mirada al aula. Dividió la clase en grupos mixtos de dos personas. Bernice, que estaba en primera fila, tuvo que exponer con Elmer, un compañero de clase que conocía más bien por contratarla para cuidar de su hermana cuando él no se encontraba en casa. Fueron de los primeros en hacer la exposición oral, así que tuvieron un rato para hablar de Gable, ya que Elmer le comentó que al día siguiente iría a visitarlo. Bernice insistió en acompañarle, ya que así visitaría también a su hermana Darlene. A Elmer le pareció bien la idea y quedaron a una hora tardía del día próximo. La chica preguntó por Adelice, pero la pregunta incomodó al chico por algún motivo, aún así, contestó que se encontraba perfectamente y que en el colegio todo iba perfectamente. La verdad es que Adelice tenía muchos problemas para relacionarse con la gente, sobretodo con las personas del sexo masculino. Sus notas no eran excelentes, más bien los suspensos la invadían prácticamente en su totalidad. Era una niña problemática, por eso Bernice quería saber más sobre ella, pues se podía decir que era su única amiga. Elmer invitó a Bernice a visitar su casa tras visitar a Darlene y Gable, y así poder estar con Adelice. La chica aceptó encantada, ya que adoraba jugar con la pequeña hermana de su compañero.

Jade se acercó a ellos y les comentó que hacian una buena pareja, a lo que él contestó que ya tenía novia, era amiga de Bernice y se llamaba Claudine. La profesora quedó sorprendida, pero en su mente Bernice y Elmer seguían formando una pareja de lo más encomiable. Bernice sólo pudo reir al ver la reacción de Elmer, realmente parecía que quisiera esconder los sentimientos por ella.

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lunes, 15 de noviembre de 2010

Asalto nocturno

Levantó la bolsa hasta tenerla a la altura de los ojos y le comentó al pez que pronto estarían en casa y le dejaría más espacio para nadar. Un ruido la alertó de que algo se había movido detrás de ella. Se detuvo para ver si se trataba de algún gato callejero, pero no vio más que un callejón vacío. Retomó la marcha y volvió a escuchar otro ruido. Esta vez no se detuvo, pero giró la cabeza y, por encima del hombro, miró atrás. Al no ver nada fuera de lo normal, aceleró el paso. Entonces escuchó un grito.

-Guapa, ¿tienes fuego?-preguntó la voz misteriosa.

Siguió caminando sin responder. La pregunta se volvió a escuchar, aunque esta vez desde más cerca. Echó a correr y algo la frenó. Le pareció tropezar con algo, pero la verdad es que una barra de hierro le golpeó los tobillos y la parte posterior de la rodilla. El pez sobrevivió al maremoto creado por la caída de la bolsa al suelo y las vueltas que dio ésta antes de que frenara. Bernice intentó levantarse, pero antes de que pudiera hacer nada, una sombra hincó una barra metálica en su espalda, a la altura de los omoplatos, y le saludó cordialmente. Era el propietario de la voz que pedía fuego a gritos.

-No tengo mechero, ni dinero, no tengo nada-dijo asustada.
-Cuánto lo siento. No quería asustare, niñita.

Se agachó y recogió la bolsa en la que el pez intentaba no ahogarse. Sacó una navaja y rajó el plástico. El agua se escurrió por el agujero creado por el apuñalamiento de la bolsa, salpicando a la chica quién ignoraba qué era lo que estaba pasando. Una vez sólo quedó el pez dentro, la dejó caer al suelo y pisoteó al pez con la bota y comentó que lo había hecho para que no sufriera.

Bernice no pudo evitar que se le escaparan algunas lágrimas de los párpados.

-La verdad es que eres más guapa que en las fotos. Te alegrará saber que conmigo vas a disfrutar.

Le levantó la falda y clavó la barra en su espalda.

-Cómo grites, no lo cuentas-le amenazó.

Bajó sus suaves braguitas por sus delicadas piernas hasta dejarlas en sus tobillos. Se desabrochó el pantalón y sacó los genitales al fresco. Estaba excitado, parecía disfrutar con aquello que estaba haciendo. Arrimó sus partes íntimas a las de la chica y la penetró sin previo aviso. El dolor estremeció a la chica, la cual sangraba por entre las piernas mientras el desconocido la atacaba sexualmente. Las lágrimas corrían desesperadas por sus mejillas, buscando sus labios, donde algunas resbalaban hacia el interior de su boca. El hombre cada vez aligeraba más el ritmo de inserción, a la vez que el pulso se le aceleraba. Acabó eyaculando sobre la falda de Bernice y al terminar el forzamiento, la ayudó a levantarse.

Bernice al ver el rostro de su atacante no pudo evitar palidecer y sentirse avergonzada, mucho más que antes, mientras era agredida.

-Hola Bernice, ¿qué tal el día, algún incidente de vuelta a casa?

-N-no, ninguno, todo en orden, Fritz. Por cierto, si vienes a buscar a mi madre ha salido con papá, ahora no está en casa.


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sábado, 13 de noviembre de 2010

Cita cordial

Destapó la botella y rellenó la copa con el agua contenida en el cristal.

-La verdad es que estuve muy atareada ayer como para llorar por la muerte de Fritz-dijo.
-Yo tuve una larga charla con Kearney hará dos días. La verdad es que creo que le convencí de que no volviera a acercarse a mí-comentó tras hincar el tenedor en el filete de carne.
-¿Sabes? Nunca tragué a Kearney, tenía algo raro.
-Aparte de lo de...
-Sí, aparte de lo que te hizo, no parecía alguien normal.
-Bueno, ahora tanto Claudine como yo estamos mejor sin su compañía.
-Es un desgraciado, tendrá lo que se merece, cómo el asesino de Fritz. ¿Puedes creer que su jefe mandara matarlo?
-¿Crees que alguien mandó matar a tu marido?
-No lo creo-respondió enojada-. Sé que es cierto. No me creo que haya sido alguien ajeno a los negocios que llevaba Fritz a cabo últimamente.
-No sé, pero... ¿porqué alguien querría matarlo?
-Bueno, podría darte muchas razones. Una de entre ellas sería el pago total de sus deudas. Nos iba tan bien últimamente que creía que saldríamos adelante y justo cuando ya estamos terminando los pagos, terminan con el deudor. A alguien no le interesaba que se terminaran los plazos tan pronto.
-Pero, ¿entonces no era el dinero lo que los motivaba?-quiso saber.
-Pues, creo que no. Creo que eso era una tapadera para sacar provecho de otro tema, aunque no hay porqué preocuparse, ya está todo solucionado.
-Para ser una profesora de filología alemana, te las apañas muy bien en el tema financiero.
-Una mujer debe estar preparada para todo. Además, no exageres. ¿Qué me dices de tí, Ione? Eres mejor que yo en todo.
-Eso sí que es una hipérbole, Jade.


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viernes, 12 de noviembre de 2010

Lealtad quebrantada

Cortó la tarta de queso y dispensó un trozo para cada una en platitos individuales. Ofreció el primer corte a la invitada y tomó un sorbo de café.
-La decapitaré como hice con Fritz-dijo sin que ella se lo esperara-. Posiblemente no la haga sufrir tanto como ella hizo sufrir a Elmer, pero recibirá su castigo.

Aquellas palabras incomodaron a la rubia, quién miró a la pecera que quedaba tras ella.

-¿Me estás escuchando?-vociferó la visitante
-S-sí-se limitó a contestar, con una sonrisa forzada-. ¿Te apetece algo más?
-No, gracias. No hace falta que traigas nada más. Volviendo al tema anterior, Fritz no volverá a molestarte.

Justo al terminar la oración, apareció una grácil figura danzante y rebosante de alegría en la sala. La cara de la pelirroja pasó de ser la identidad de la serenidad a ser el rostro de la cólera, pasando por la confusión entre ambas.

-Tengo hambre-dijo la niña.
-Bernice, te voy a hacer una pregunta, ¿qué hace ella aquí?-quiso saber la invitada.
-Verás... ella no tenía adónde ir-intentó excusarse.
-¡No me vengas con ésas!-rugió a la vez que desenvainó la espada- Te he librado de ese cretino y... ¿así es cómo me lo pagas? Escondiendo a la niñita que me lo ha quitado todo te has puesto de su lado. No pensaba que me traicionarías.
-No es lo que crees, ella vino a mí.
-¿Cómo que no es lo que creo? Le has curado las heridas. Seguro que te contó lo que hizo y, aún así, le diste refugio.

La niña se escondió tras Bernice.

-¿Tienes miedo? Pues bien que cuando le destrozaste el rostro a Elmer no dudaste.
-¡Claudine, basta!-gritó Bernice-. Adelice es una cría, y tú no sabes lo que ha llegado a sufrir...
-Así que ella ha sufrido, ¿eh? Los celos la han llevado por el mal camino. Ella lo ha matado para que yo no lo tuviera. Siempre lo he sabido, ella amaba a Elmer, a pesar de ser su hermana, es una zorra. Y va a pagar por ello.

Se lanzó contra Bernice y la apartó de un codazo. Se abrió paso hasta la niña y, una vez estaba frente a ésta, notó un leve pinchazo en el estómago. Se miró sorprendida el lugar en que percibió como si un punzón le atravesara la piel hasta llegar a su sistema digestivo. Su amiga le había apuñalado, cosa que le cabreó, pero se quedó inmóvil.

-No es eso lo que sucedía-comenzó a explicarle Bernice-, pero no espero que lo entiendas. Por lo visto, has perdido el juicio. No puedo hacerte entrar en razón.

Agarró el cuchillo por el mango y la volvió a apuñalar. Le acuchilló los senos hasta dejarle la zona completamente ensangrentada. Cada vez que el cuchillo se hundía en los pechos, los gritos de Claudine inundaban el salón y, cada vez que el objeto cortante salía del cuerpo de la chica pelirroja, la sangre le salpicaba las manos a su asesina. Le rasgó el ombligo y el vientre para más tarde dejarla caer por su propio peso. Al verla abatida, no se conformó y agarró un cojín del sofá y la ahogó oprimiéndolo contra su rostro. Cuando Claudine dejó de forcejear contra Bernice, abrazó a Adelice y le propuso merendar mientras veían una película de dibujos animados, a lo que la niña aceptó encantada.


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jueves, 11 de noviembre de 2010

Pueril revolución

Salió de la bañera lentamente. Las gotas de agua que humedecían su piel resbalaron plácidamente desde sus pequeños senos hasta sus delicados tobillos, resiguiendo su grácil figura. Se envolvió en una toalla y enrolló su pelo rizado -empapado- en otra más pequeña. Se miró al espejo y sonrió. Inesperadamente, la puerta se abrió a su izquierda y un chico joven, completamente desnudo, apareció tras ésta. Éste la inspeccionó con la mirada y, acto seguido, le pidió que se arrodillara ante él y le complaciera de inmediato.

La niña obedeció sin rechistar e introdujo la parte íntima del chico en su boca. Él, complacido, cerró los ojos y disfrutó del momento. Estaba satisfecho, al menos hasta que notó cómo las fauces de la chiquilla se le marcaron en el miembro. Le había mordido, así que la apartó, ordenó que se levantara y, una vez estuvo en pie, la abofeteó con tanta fuerza que le hizo girar el rostro aproximadamente unos noventa grados a la derecha. Los dedos quedaron impresos en la mejilla de la pequeña cómo si los hubieran marcado al fuego y, un hilo de saliva salió disparado de entre los carnosos labios de ésta al ser abofeteada. Aún enojado, la empujó con fuerza, ella perdió el equilibrio y acabó chocando de espaldas contra el espejo, el cual se rompió al recibir el impacto.

Ella quedó tendida en el suelo sobre trozos de cristal, algunos un palmo de grandes, otros no tanto. La toalla que le envolvía el cuerpo evitó que se lastimase en algunos lugares de su delicada piel pero, aún así, los brazos le lloraban sangre a través de los cortes ocasionados por algunos pedazos de espejo. Él se acercó con intención de ayudarla a levantarse y le tendió la mano; también mencionó que debía terminar la faena, aunque esta vez sin mordiscos o lo lamentaría. Ella aceptó apoyarse en aquella extremidad para incorporarse, y lo que ello conllevaba, pero en vez de continuar con la felación, preguntó si podía darle un beso. La petición fue aceptada al segundo de ser formulada.

El joven acercó el rostro al de la niña y ésta le clavó un fragmento de espejo en el ojo izquierdo, ensangrentándole el rostro. Mientras el dolor lo invadía y los gritos de agonía se volvían su único lenguaje, ella aprovechó para repetir el ataque, aunque esta vez pudo hacerlo por motivo de simetría o por el hecho de dejarlo completamente ciego.

Agarró ambos cristales y los empujó contra las córneas del chico. No le importó en absoluto que aquello fuera un arma de doble filo, pues aún con las palmas de las manos lastimadas, continuó apuñanlándole las cuencas oculares. La sangre corría por sus dedos, formando un río escarlata que, al recorrer el vidrio, se mezclaba con la de su víctima. Cuando creyó conveniente, soltó las dos armas blancas improvisadas y le asestó una patada en el escroto. Se giró hacia el espejo fragmentado y le robó uno de los fragmentos. Al tenerlo entre las manos, una risa se le escapó de entre los dientes. Se acercó al lastimado cuerpo que ahora yacía en el suelo, le agarró el pene por el tronco, bajó el pellejo hasta ver resurgir el glande y, lentamente, fue decapitándolo con cortes lentos y suaves que hicieron estremecer al muchacho. Cuando hubo terminado con la decapitación, hincó el mismo fragmento de cristal en el escroto, se lo amputó desde la base y lo alzó como un trofeo. Aplastó los genitales con los dedos y lanzó lo que quedó de ellos por el retrete.


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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Placer desaforado

La puerta entreabierta dejaba intuir-por el ajetreo que se daba en la oscura habitación- el porqué de aquellos gritos placenteros. El comedor iluminaba ambos cuerpos desnudos a través de la rendija que existía en la entrada de la oscura pieza y los jadeos, ya apagados, declararon el final de una intensa lucha por alcanzar el climax. Hubo una breve conversación postcoital. Entretanto, la mujer recorrió el cuerpo del hombre desde el ombligo hasta el pecho, con desdén. Cuando hubo llegado a reseguir la clavícula con la yema de los dedos, apresó el cuello del varón con ambas manos y lo oprimió con rabia. Los dedos se hundieron en la carne mientras las uñas la rasgaban y extraían un líquido espeso que impregnaba las huellas dactilares de la fémina. El agredido intentó defenderse, pero para cuando pudo contraatacar, ya era demasiado tarde.

El pulso se le desaceleraba a la vez que aumentaba su falta de óxigeno en sangre. El rostro empezó a enrojecer, y la sangre le recorrió el pescuezo con motivo de las heridas -cada vez más profundas- que le ocasionaba aquella que le había proporcionado, hacía escasos minutos, un placer inconmesurable. Las uñas raspaban la tráquea cuando él cayó muerto. Fue entonces cuando ella encendió la luz. Pudo contemplar cómo el cuerpo carente de vida de aquel hombre yacía sobre su cama; estrangulado con sus propias manos. Se acercó a la mesita de noche, tomó un fajo de folios del primer cajón, junto a un bolígrafo rojo y se sentó junto al cadáver. Lo miró y le comentó que debía corregir unos exámenes y que esperaba que no le importase.

Antes de empezar su tarea, volvió hacia la mesita, dejando los folios a los pies del muerto y, agarró una botella de agua, de la cual echó un trago a salud del fallecido.


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100 posts

Bueno, por fin parece que he llegado a los 100 posts, una meta que no esperaba cumplir, pero que ha llegado lentamente. A todos aquellos que me habéis leído, gracias(a los demás que os den por el saco). A los que me habéis comentado pues muchísimas gracias, sois el soporte que mantiene vivo este blog. Y no sé qué más decir, que ya he dicho cosas bastante cursis xD. Ah, sí. Al final he decidido que el post 99 tendrá una secuela, por así decirlo. Es decir, acabará siendo una mini-saga de probablemente 20 "capítulos". Tiene a lo mejor una trama difícil de entender, ya que estará desordenada, pero espero hacerla de manera que se puedan unir bien las piezas. Bueno, pues eso es todo. Y ya sabéis, a comentar y a divulgar mi blog por todo lo ancho y largo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El aguacero de la victoria

La lluvia no tardó en regar la cabeza cercenada de su víctima. A ella le remojó el pelo y humedeció sus escasos ropajes. Por el filo de la espada resbalaban gotas que tímidamente saltaban hacia el vacío, para estallar en el pavimento, deshaciendo su forma y zambulléndose en un charco creado por una mezcla de sangre y agua que formaba una frontera improvisada entre ambos, separándolos unos pasos y uniéndolos al empapar el calzado del uno y del otro. Miró al cuerpo inerte y se secó las lágrimas con los nudillos ensangrentados. Enfundó la espada tras sacudirla violentamente en un golpe seco, pateó el cráneo para arrebatarle el rostro feliz que tenía impreso, pero sólo consiguió desencajarle la mandíbula y arrancarle tres dientes, probablemente incisivos. Se acercó de nuevo a la cabeza rodante y la pisoteó, desfigurándole el rostro y arrugándole la piel; hincando el talón en la oreja que tenía decorada con un pendiente en forma de estrella. Con poco esfuerzo pudo romper el duro hueso que protegía el cerebro de su enemigo y volvió al taxi sin mirar atrás. Encendió la radio tras encender el coche y se dirigió a los almacenes de la periferia.


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